Vicenç Navarro :Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Artículo publicado por Público (21 Oct 2014)
Si usted lee la prensa económica y la prensa popular, verá ahora
varios artículos que intentan explicar el gran crecimiento de las
desigualdades de renta y riqueza, atribuyéndolo a toda una serie de
causas, desde cambios demográficos a cambios tecnológicos o al
desplazamiento de los puestos de trabajo a otros países.
El tema de las
desigualdades ha pasado a ser un tema central, definido por el
Presidente Obama como el más preocupante del siglo XXI en EEUU. Hay,
pues, todo tipo de explicaciones para todo tipo de gustos. Entre los que
tienen mayor visibilidad, están los que atribuyen el elevado
crecimiento de las desigualdades de renta al creciente diferencial de
educación en la fuerza laboral, asignando este crecimiento a las
diferencias de productividad entre los que están cada vez más educados
(que tienen mayores salarios) y los que lo están menos (que tienen
menores salarios). Esta explicación parecería razonable: a más
educación, mayor productividad del trabajador o empleado y mayor
salario. Las diferencias de salarios estarían, pues, causadas por este
diferencial en la productividad de los trabajadores.
Ahora bien, el problema con esta explicación es que los datos no la
confirman o, dicho de otra manera, los datos muestran que esta
explicación aclara solo una parte muy pequeña (en realidad, pequeñísima)
del crecimiento de las desigualdades. La tesis de la productividad
laboral (que se centra en el nivel salarial correspondiente a cada nivel
de productividad) no explica este enorme crecimiento de las
desigualdades. Los datos están ahí para todo el que quiera verlos. El
último informe sobre productividad y salarios en EEUU, escrito por el
prestigioso Economic Policy Institute (EPI), de Washington,
cuestiona la teoría de que el crecimiento de las desigualdades se debe
al diferencial de conocimiento y productividad. Concluye, así, que todas
las políticas públicas que quieren reducir el crecimiento de las
desigualdades mediante el aumento de la educación de los trabajadores de
menor cualificación serán dramáticamente insuficientes para corregir
las enormes desigualdades. ¿Cuál es, pues, el origen de este
crecimiento?
Las causas políticas del crecimiento de las desigualdades
Para responder a esta pregunta tenemos que salirnos del área del
conocimiento económico para movernos en el área del conocimiento
político (lo que se llama en el mundo anglosajón el contexto político).
Como bien decía mi maestro Gunnar Myrdal, “detrás de todo fenómeno
económico hay una realidad política”. Veamos los datos. El EPI muestra
como desde 1970 hasta 2013, la productividad en EEUU creció un 64,9%,
mientras que el salario promedio de la mayoría de los trabajadores de
EEUU (el 80% de la fuerza laboral en el sector privado) creció solo un
8%, ocho veces menos que el crecimiento de su productividad. La
consecuencia de ello es que la gran mayoría de la riqueza creada por el
trabajador, como resultado del crecimiento tan notable de su
productividad, no repercutió en su compensación salarial. ¿A dónde fue,
pues?
Uno de los gráficos publicados por el EPI muestra clara y
diáfanamente donde fue. Desde 1978 hasta 2011 las rentas derivadas del
trabajo bajaron del 53% al 44% del PIB, mientras que las rentas del
capital subieron muy marcadamente. En otras palabras, la mayor parte de
la riqueza producida por el trabajador fue a enriquecer a los
propietarios de las empresas. No hay otra manera de leerlo. En realidad,
el problema es incluso mayor de lo que aparece en el grafico, porque
las rentas derivadas del trabajo incluyen también los salarios de los
grandes empresarios y banqueros, salarios que son astronómicos (3.000
veces el salario del trabajador) y que no guardan ninguna relación con
la productividad. Cuando los salarios de estos personajes se sacan del
capítulo “rentas del trabajo”, se aprecia que la reducción de los
salarios del 80% de la fuerza laboral es incluso mayor. El EPI también
muestra que la diferencia entre los salarios de los graduados
universitarios y los graduados en educación secundaria era mucho, mucho
menor, que la diferencia entre aquellos que están en la cúspide salarial
(los Bill Gates del país) y los graduados universitarios.
El debilitamiento del mundo del trabajo
Lo que ha estado ocurriendo es que las políticas públicas
neoliberales iniciadas por el Presidente Reagan han favorecido
enormemente a las capas sociales más poderosas a costa de todas las
demás. Este era el objetivo de estas políticas públicas: debilitar al
mundo del trabajo a costa de enriquecer al mundo del capital. Lean el
informe del EPI y lo verán. Algo parecido ha pasado en Europa
Occidental, y muy en especial durante estos años de crisis. Es lo que
antes se llamaba “lucha de clases” y ahora ya no se cita por
considerarse (por parte de la sabiduría convencional) un término
anticuado, asumiendo, además, que no hay clases sociales. Los datos, sin
embargo, hablan por sí solos. Hay clases sociales. Lo que ocurre es que
se han redefinido. Hoy, la lucha de clases es entre una minoría que
controla y gestiona el capital y todos los demás.
La solución al crecimiento de las desigualdades pasa por hacer lo
opuesto a lo que se ha estado haciendo. Es decir, reforzar el mundo del
trabajo a costa del mundo del capital. A aquellos que inmediatamente
dirán que esto repercutirá negativamente en el crecimiento económico se
les tendría que aconsejar que vieran los datos. Las tasas de crecimiento
fueron mucho más elevadas cuando las rentas del trabajo eran más
elevadas y las rentas del capital más bajas. El periodo 1945-1980 fue de
mayor crecimiento que el de 1980-2012. Así de claro.
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