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La metamorfosis capitalista

Jorge Dobner
En Positivo

Hasta ahora casi nadie se atrevía a toserle –en caso de hacerlo, tímidamente – a ese tótem sagrado pero temido cuyo influjo podía elevar o por el contrario bajar a los infiernos nuestras aspiraciones privativas y como mercado.
Pero en los últimos años los constantes reveses – una grave recesión equipada incluso con el escenario del crack del 29 – ha bastado para que algunas voces no hayan dudado en cuestionar el capitalismo, su legitimidad como nunca antes en el punto de mira. Críticas que desde las posturas regias del liberalismo pueden considerar oportunistas aunque en su caso
resultan más que oportunas en un contexto tan necesitado de cambios.
Personalidades como el economista francés Thomas Piketty o el polifacético estadounidense Jeremy Rifkin irrumpen con fuerzas renovadas bajo el amparo de un espíritu reformista.
“De aquí a unos 35 años no veo que vaya a desaparecer el capitalismo, pero desde luego sí ocurrirá un cambio en él” advierte Rifkin, sociólogo, economista, escritor, orador, asesor político, activista…también visionario ahora en la cresta de la ola con su último libro “La sociedad de coste marginal cero”.
Los pronósticos de quien es asesor de varios Gobiernos, entre ellos el de la todavía omnipotente Merkel, no deberían tomarse como un simple farol. Si atendemos los hechos que hoy se suceden no es descabellado pensar que se consoliden como tendencias del futuro.
Sabemos que las nuevas tecnologías han cambiado el modo de entender la industria cultural creando nuevas obras a un ritmo vertiginoso y amplificando la ley de Moore a tal grado que reduce el coste marginal a cero, es decir en detrimento de los beneficios antes apreciados por un mayor margen.
También sabemos considerándolo hecho fehaciente que este nuevo paradigma ha servido la oportunidad democrática en bandeja de plata para que los ciudadanos actúen al tiempo como creadores y consumidores, la jerarquización se vuelva cada vez más difusa y en su lugar conectemos todos como iguales.
Una revolución de los valores (cooperación, igualdad, innovación…) que condena a la supremacía del beneficio puramente individualista, en el futuro no parece suficiente.
Lejos de conjeturas apocalípticas el capitalismo no tiene por qué estar abocado a su muerte pero si a una profunda transformación. Lo vemos cada día en la naturaleza como estado consciente de todas las cosas, el gusano que se retuerce y cambia en crisálida y luego mariposa.
Es la consecución de un orden más bello y perfecto, donde la creatividad e intuición innata permiten al capitalismo mudar su piel y acabar con lo inservible que solo estanca.

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